viernes, 22 de enero de 2016

De la trilogía del zancudo y recomendaciones gubernamentales

Estamos plagados de dengue, chicungunya y zika. De cereza llegan el Gillian-Barré y la microcefalia. A estas alturas me pregunto cómo hicieron en tiempos remotos para erradicar el paludismo en Panamá – o no sé si fiebre amarilla sea lo correcto – pero el punto es que en la época de construcción del canal los muertos caían al por mayor. Desde que me acuerdo, aquí no hay casos de paludismo ni fiebre amarilla, sin embargo en países de Sudamérica hay regiones que exigen la vacuna contra la fiebre amarilla para poder viajar...o al menos lo hacían en 1999 cuando me la pusieron y al final ni fuimos al viaje -y duele como la del tétanos, fíjense -.

El malvado transmisor es el mismo de siempre: el diminuto zancudo Aedes Aegypti, que no llega ni al centímetro.

También desde que me acuerdo lo conozco, mi papá lo mencionaba como un enemigo acérrimo al que había que destruir a toda costa. Crecimos entre el humo de los espirales de aután y rociados de repelente...ahora me pregunto si no hubiera sido más fácil y menos dañino a la salud que nos hubieran puesto mosquitero, digo yo.
En algo funcionó, porque hasta el sol de hoy no me ha dado dengue – y espero no estar con esto llamando a la desgracia, como dicen -.

Ya grandes nos revelamos y opusimos a seguir tosiendo con el tal humo, entonces inventaron las laminitas que dizque emanaban algo que molestaba a los zancudos, a saber.

La gran regada con todo esto es que a veces no es suficiente lo que uno hace, porque el vecino se lo bota. He tenido la suerte de vivir en lugares donde en mi infancia no habían tantos zancudos, porque he llegado a lugares donde es imposible estar, son nubes de pequeños puntitos pululando en el aire. Asumo que así debe ser en las zonas donde hay gente que ya le dieron las 3 enfermedades.
Ya de madre, mientras viví en 3a planta los zancudos eran raros, pero si veía uno lo perseguía por todos lados hasta que me quedaba deshecho entre las manos. Era necesario, no podía arriesgar a mis tesoros a ser presa de estas enfermedades. Ahora tenemos zarandas en todas las ventanas y en la noche el cuidado de cerrar las puertas al exterior, para que no se metan.

La gran desventaja es que el zancudo ha mutado. Antes se le podía escuchar y era lo suficientemente grande para verlo a distancia. Ahora consiguió silenciador y se hizo casi transparente.

Salvo muy raras excepciones, siempre voy al trabajo con pantalón y zapato cerrado con calcetines, no porque no me gusten las sandalias o los vestidos, sino porque está plagado de zancudos. Es tan así la situación que ya me han atravesado el jeans para picarme. Y entonces aquí puedo hilar esto con lo que quería, que es opinar sobre las opiniones de algunas personas sobre las recientes recomendaciones del Ministerio de Salud.
Ya leí al menos dos artículos de mujeres que se quejan por todo lo alto del “machismo” del Gobierno, al sugerir a las mujeres que planifiquen e intenten evitar los embarazos al menos este y el otro año, mientras logran controlar la, creo que ya es, epidemia de zika. Y dicen machismo porque se lo dicen a las mujeres, y no a los hombres o a la población en general.

La sugerencia a mi me parece oportuna y acertada, la microcefalia no es chiste, y mucho peor el riesgo de que el bebé fallezca. 

Digamos que sobrevive el embarazo y ya, no le dio en la época de más riesgo, que es en los primeros meses en los que se desarrolla el cuerpo del bebé -los últimos dos meses son básicamente de ganar peso, pero ya está casi todo formado – pero le da al final del embarazo. 

Si ud nunca ha estado embarazado no puede imaginarse el dolor de espalda de andar cargando esas 20 libritas extra en un punto tan bajo, pero yo no me puedo imaginar cómo podría uno de 8 meses aguantar los dolores del chicungunya o del zika...o la hinchazón, diosguarde. En mi último embarazo me hinché desde los 5 meses y la Dra me hizo todos los exámenes que se le ocurrieron para buscar la causa, pues era muy temprano para eso, y no dio con nada. Meses después del parto en otras consultas descubrimos que tenía artritis. Eso. Una enfermedad preexistente – que no sabía que tenía – me estaba complicando el embarazo.

Y justamente a medio embarazo fue que se vino la aparición del H1N1. Y fue angustiante. Me acuerdo perfectamente la sensación de inseguridad, de angustia, de miedo a que esa cosa, que era transmisible como una gripe, me fuera a dar y esa bebé que ansiaba tanto fuera a sufrir las consecuencias. Dia tras dia, las noticias traían más casos, los colegios ofrecían vacunar a los sanos y la duda de si la tal vacuna era efectiva o traía más complicaciones que beneficios, gente alrededor que estornudaba y tosía. Miedo, mucho miedo al contagio.

Mi conclusión: sí, si hubiese tenido una bola de cristal que me dijera que en ese año se venía esa epidemia, con toda premeditación hubiera pospuesto el embarazo. ¿Para qué correr un riesgo tan grande? ¿La edad? Nah, Dios ayuda y si ha de ser, es.

Entonces, retomando el tema de los artículos de opinión, las dos que he leído son de mujeres que no tienen hijos y hasta donde les he leído, no tienen la menor intención de tenerlos. Es decir, hablan de un tema que no conocen y opinan desde la perspectiva de otro tema que defienden: el feminismo.

Pero mire, la salud no tiene ideologías. Que el Gobierno es incapaz de controlar la propagación de la enfermedad, que inútiles, que irresponsables, que nojequé… y usted ¿ya fue a ver su patio? 
Es decir, los zancudos salen de la casa de cada uno, no de Casa Presidencial. 

El Ministerio de Salud se puede gastar toooooooodos los recursos que se imagine en campañas de concientización, en fumigar, en dar abate, en afiches, en anuncios, en visitar las casas...pero si usted no limpia en su propia casa y no colabora a que no hayan zancudos, el MINSAL está solo y una golondrina no hace verano.

Eso por un lado. Por el otro, la sugerencia es válida en cuanto los otros 6 millones que comparten conmigo estos 21,000 km han dado claras luces de que a veces necesitan que se les ilumine, así que como recomendación, si no se le había ocurrido antes a ud, pues no está de más. Al menos para hacerlo pensar, reflexionar, de-ci-dir.

Por qué no me parece ofensivo ni trascendental que se lo digan a las mujeres y no a los hombres? Porque en principio por mucho que se ame la pareja y sea solidaria y bla bla bla, la embarazada es una, no él. Al Sr padre le puede dar hepatitis si quiere, y al bebé no le va a pasar nada. ¿sí entiende? Es una, de mujer, la que tendría en todo caso que vivir ojo al Cristo los 9 meses para evitar que un zancudo no se le acerque. Y, si tan sólida es la pareja, pues basta con que la señora diga “mirá amor, mejor nos esperamos”. Y si la relación es mala, y hay violencia, y no hay respeto, y así, ni todos los discursos del mundo dirigidos al hombre harán que los embarazos no se den, y en esas circunstancias, la microcefalia quizá sería el menor de los males que pueden venirse a la vida de ese bebé.

Yo apoyo la igualdad de hombres y mujeres, las libertades de elegir, el derecho a ser o no ser padres, etc. Pero, como dijo bien una Psicóloga recientemente, uno debería aprender a elegir sus batallas, y desde mi punto de vista, esta no es una para apoyarse en el tema de la igualdad.

Pero, los entiendo, en sus mentes anti Gobierno, todo lo que emane del mismo es malo, dañino, coercitivo, nos roban las libertades, etc, etc, etc.

Ah, sí, también está lo otro del pantalón para las niñas en las escuelas. ¡¡¡Buenísima idea!!! Si por mi fuera yo así mandara a mi hija a estudiar. Ve qué galán, que los niños pueden correr, sentarse, no sufrir frío, no sufrir las picaduras de los insectos, no asolearse (piense en los que caminan kilómetros para llegar a la escuela) usando pantalón y las pobres niñas con falda que levanta el viento y que “todo se le ve”. Y ¿a cuénta de qué? ¿solo porque nuestra sociedad dice que los hombres usan pantalón y las niñas vestido? Nombe chele, salite del cajón.

PD: Aquí dejo el mapa de los países -hasta hoy- afectados.


Queda de tarea preguntarse por qué en la tan temida y maligna Cuba, siendo isla, no hay. Raro veá.

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